artículos de prensa


 

                                                                 

 



 


                                     de fechas diversas

 

Y OTRA VEZ PAGA MOYA              

 

  Moya (para que nos vayamos 
entendiendo) somos usted, yo y todos 
los que, inmersos en esta suerte de 
estado de sometimiento a leyes 
comunes o, lo que podríamos llamar, 
cadena estructural de la sociedad, 
nos ubicamos indefectiblemente en el 
último y más débil eslabón de la misma.

  Para qué traer a cuento quién fue el 
que, con tanto agudo ingenio, nos 
dejara caer tal mote. Es más relevante 
admitir que el hombre tenía razón y 
que el suyo fue todo un acierto.

  Moya es ése que debe asumir 
intereses usureros en bancos y 
financieras cuando se atrasa treinta días 
en cancelar un crédito, y al que no se le 
hace ninguna concesión cuando 
adelanta en los mismos treinta días el 
pago de su compromiso.

  Es el que estaciona el automóvil en la 
vía pública (si es que posee uno), y el 
que vive atrasado en las mensualidades 
del colegio de sus hijos; es el que se 
levanta a las cuatro de la mañana para 
hacer fila y ser atendido al mediodía en 
los hospitales y consultorios; es el que 
habitualmente veranea en el patio 
trasero de la casa y el que, por lo 
general, se traslada en taxibús o en 
colectivo hacia su lugar de trabajo 
(cuando lo tiene); y el que sufre de
insomnio crónico, y al que por lo 
menos en una ocasión le han embargado 
los enseres del hogar.

  Es Moya el que suele ocupar gran parte 
de su tiempo desbloqueando tarjetas de 
crédito o aclarando protestos en Dicom. 
Es el que está siempre ahí, en los 
supermercados, degustando algún producto 
nuevo en promoción, y al que cada cierto 
tiempo lo visitan para cortarle la luz, el 
agua, el gas o el teléfono (si es que tiene).

  Algunos Moya son fieles seguidores del 
Kino, del Lotto o del Imán. Hay otros que 
son hípicos por antonomasia. También los 
hay que pasan el día corriendo de aquí 
para allá y de allá para acá, para poder 
responder a “pitutos” de la más diversa 
índole, toda vez que el sueldo nunca 
les alcanza.

  Definitivamente, es el que nunca deja 
de pagar los platos que rompen otros. 
Más aún, por su inefable capacidad de 
absorción de los problemas propios y 
ajenos, puede terminar incluso 
responsabilizándose de los vaivenes de 
la economía internacional.

  Como es el último eslabón de la cadena, 
y el más indefenso, en este juego del 
comprahuevos, han terminado también 
endosándole (importadores, distribuidores 
y empresarios del transporte público), las 
diferencias de precio de los combustibles. 
En otras palabras: cuando llueva sopa, 
Moya andará siempre con un tenedor.

  Moya es el “roto contemporáneo” que 
se merece un gigantesco monumento en 
el centro mismo del territorio nacional, 
porque ningún gobierno, ningún 
empresario, ninguna institución de la 
República ni organismo público o privado , 
ningún político ni tecnócrata de este país 
ha sido y es tan noble, ha sido y es tan 
estoico, ha sido y es tan luchador como 
Moya.

  ¡Por favor, no te mueras nunca Moyita!

 

 

A, e, i, o, u, el
burro sabe más que tú

      Creo que fue un autor colombiano el que, muy quejoso, dijera (por los tiempos que corren) que vamos todos de aquí para allá abreviando caminos, simplificando las cosas, leyendo exclusivamente los resúmenes de los libros y sacando fotocopias a destajo (para lo que se nos frunza), porque todo es para hoy mismo y no para mañana.
      Y creo que fue el dramaturgo Ramón Griffero (hombre nuestro), quien, singularizando su sentir por el estado actual de la cultura chilena en el protagonismo televisivo de la llamada "geisha", señaló que "hoy, hasta Anita Alvarado es una artista".
      Lo que sucede es que el mundo actual rueda vertiginoso, y hay que correr velozmente porque el que llega primero es el mejor, aunque no sepa escribir ni "poto" en la pared. No son, éstos, tiempos de pensamientos elaborados. La moda es el pensamiento de segundo orden. Los autores están ocultos en las bibliotecas, aguardando que cese el interminable aguacero de la cultura light.
      No nos arriesgamos en la lectura profunda: la TV nos absorbe el tiempo. Esa TV de los trepadores y los figurones, que postergan el pensamiento ilustrado para atosigarnos con información banal y anular nuestra capacidad de crítica.
      Aceptamos todo lo que viene: Que la Renata Bravo arremetió contra los Ballero..., que la Bolocco y Menem van a pasar más tiempo en Chile..., que las universidades castigaron a Bonvallet... Vaya, vaya. Y nos alineamos con devoción extrema tras uno o tras otro.
      En tanto, la política light se ha deslizado definitivamente a la imagen; no al partido, no a la doctrina, no al discurso. Así, se sigue más al candidato, y las clientelas políticas detrás, como las hormigas. Esto, porque las imágenes las construye o las demuele la TV. Y, así también, se elige siempre a los mismos, porque ellos están siempre en la "caja idiota". A veces van por Chuchunco, a veces por Pencahue. Da lo mismo.
      Desde que desaparecieron las utopías, y con ellas la capacidad de asombro a la que jamás debiéramos renunciar, aceptamos que esta cancioncilla del "a, e, i, o, u, el burro sabe más que tú" machaque a nuestros oídos y nos adormezca. Aceptamos que cualquier "escalador" -con faltas de ortografías hasta en el hablar- nos diga que en la pantalla chica hay que ser lo más breve posible "porque el tiempo es oro", mientras él lucubra latamente en torno a "cabezas de pescado" dignas de un mejor acuario.
      Estamos desconcertados. Elegimos cada vez algo diferente porque estamos vacíos: carecemos de posiciones previas para rebatir lo que nos es impuesto desde la TV, este gigantesco monstruo que ha penetrado en los hogares de manera inmisericorde y que tiene a nuestros hijos con sus escalas de valores por los suelos.
      No hay que olvidar que la TV es uno de los medios que más influye en la formación de las personas. Griffero, autor de "Cinema Utopía" y "Río Abajo", no reniega (como yo) de la televisión. Pero dijo que está entregando un mundo de ficción, un país que no tiene que ver con el real. "Da vergüenza llamar (a la teve) y decir: estrené una obra o escribí un libro. Es casi desubicado", sostiene el autor. Y yo estoy plenamente de acuerdo con él.

     Antonio Alvarez Bürger

 





Clip 3

 

Si no te es mucha molestia...

     En una ocasión le escuché decir a un amigo: “Cuando pierdes a tu madre, se experimenta la verdadera soledad”.
     No obstante, él era un maestro de la mordacidad. Solía reflexionar, con aquel escarnio tan suyo, utilizando la paradoja y el absurdo para hacerse notar. Y como mañana se celebra el Día de la Madre, traigo a cuento uno de sus cavilosos asertos.
     Tu mamá ha sido mala contigo? solía interrogar-, porque te puedo asegurar que la mía lo era...Es más, tuve la madre más malvada de todas...”.
     Entonces procedía al inventario: Cuando niño, mientras mis amigos vivían comiendo pastillas y chocolates, ella nos daba a mí y a mis hermanos puros cereales, huevos y leche. Vivía vigilándonos para saber dónde y con quién estábamos. Eramos unos verdaderos prisioneros.
     Además que se lo pasaba insistiendo que si nos comprometíamos a estar fuera una hora, teníamos que regresar obligadamente en una hora.
     Avergüenza decirlo, pero mi mamá vivía violando la Ley del Trabajo de Menores, porque nos hacía lavar los platos, tender nuestras camas, aprender a cocinar, barrer el patio y un sinnúmero de otros trabajos inhumanos. Yo creo que se lo pasaba todas las noches en vela, inventando nuevas cosas que nos iba a obligar a hacer al otro día. Nos molestaba reiteradamente con que había que decir siempre la verdad, aunque ésta doliera. Al menos a mí, me tenía hasta el cogote. Después, con el paso del tiempo todo fue peor, porque mientras mis amigos y amigas de 12 y 13 podían ir a bailar y llegar tarde sus casas, a nosotros no nos dejaba salir. Nos decía que teníamos que esperar por lo menos hasta que cumpliéramos los 16. Era una verdadera lata. Es triste decirlo, pero por culpa de nuestra madre nos perdimos muchísimas experiencias que otros jóvenes pudieron vivir. A ninguno de nosotros nos sorprendieron alguna vez robando, drogándonos, bebiendo alcohol o dañando la propiedad ajena. Es más, ni siquiera nos arrestaron por alguna falta menor. Eso fue culpa absoluta de mi madre...
     Ahora somos todos adultos y ella ya no está. Estamos casados, tenemos hijos, somos honestos y responsables.
     Y tengo que reconocerlo: todos (mis hermanos y yo) estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo para ser malvados con nuestros hijos, tal y como nuestra madre lo fue con nosotros”.
     A propósito de esta sesuda reflexión de nuestro amigo, son elocuentes las postreras líneas de una carta que le dejara una vieja escritora, tras su muerte, al hijo único. Rezaba así: “- ...pero, sobre todo, te amé lo suficiente como para decirte ¡no!, aunque sabía que me ibas a odiar por ello. Esas fueron las batallas más difíciles para mí. Sin embargo, estoy contenta porque dieron resultado, porque las gané y porque, al final, las ganaste tú”.
     Tenemos que admitir que el Día de la Madre se ha convertido, como muchos otros, en un nuevo pretexto de la sociedad de consumo. Sin embargo, es una fecha propicia para meditar sobre cómo hacer de ésta una ocasión especial.
     ¿Qué más decir? En este Día de la Madre, cuando beses a la tuya, si no te es mucha molestia, bésala también de mi parte.
     
     
    



 

¡Agáchate, Semana Santa!

      Antaño, la Semana Santa era la verdadera glorificación, la apoteosis, el acto cúlmine de la religiosidad popular y de los sentimientos expresados en las iglesias, en los hogares, en las comunidades y en las calles. Hoy, sin embargo, la crisis de valores, los nuevos estilos de vida imperantes -inscritos en una sociedad brutalmente competitiva y egoísta- han puesto en serio riesgo su permanencia en el tiempo, el entonces inexpugnable espíritu de su certeza.
      La vida entera (sostenía por ahí alguien) rimaba antes con la rigurosidad o la amargura de la Pasión de Cristo. Para el Domingo de Ramos había traje nuevo, razonamientos y axiomas nuevos; y para las procesiones, incontables, se agitaban en el aire -sacudidos por miles y millones de manos en casi todo el planeta-, los olivos, romeros y laureles para saludar simbólicamente al Salvador.
      La Semana Santa, Semana Mayor o Semana Grande, lo llenaba todo. Lo sagrado "la llevaba".
      Para los cristianos de ayer y de hoy, estas fechas no son el mero recuerdo de un hecho histórico; es la contemplación del amor de Dios, que -en síntesis- permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Cristo crucificado, la esperanza de tenerlo luego de vuelta a la vida y el júbilo de su Resurrección.
      Secularmente, la Semana Santa dictaba hasta las pautas en lo gastronómico. Ahora muchos creen que el pollo y los cerdos tienen escamas, y que las vacas son de mar, como el pescado y el marisco.
      Crece peligrosamente la tendencia a considerar estos días religiosos como los más aptos para salir de vacaciones y, entonces, muchos se las empluman y se incrementan los tours; mientras, en el otro flanco, los belicosos hacen dudosas treguas para continuar después con sus guerras particulares o territoriales. Y el que me echó el auto encima andará por ahí como un angelito..., hasta el Domingo de Resurrección.
      La Semana Santa volverá a ser como la Teletón, aquella fiesta fingida, también secular, en que los más nobles sentimientos de amor y solidaridad con el desvalido se expresan, inusualmente, de un modo incontenible, hasta en los de corazón fraguado en roca.
      La televisión se aprovechará del pánico para exhibir "La Ultima Tentación de Cristo", y la radio levantará el ánimo a los condolidos por la Pasión y Muerte del Hijo de Dios con música tropical.
      Así están las cosas. Se lo decía hace unos días a mi compadre (el "Chueco Vásquez"), al regreso del Santuario de Yumbel, adonde concurrimos a pagar la segunda cuota de nuestras respectivas mandas, y momentos antes de que su esposa, Susana, nos sirviera un caldillito de cholgas para pasar las penas.
      Las semanas santas de hoy (coincidíamos con mi compadre) son tan distintas a las de hace una década o dos. El ¡Agáchate, Semana Santa! (algo así como una reconvención paternal por romper la atmósfera de silencio y recogimiento durante algunas horas del Viernes Santo) es ya cuento del pasado. Como lo es, ciertamente, aquel otro de reunirse en familia para meditar en torno a este tema. Ahora, al revés, es para abandonarse tiernamente en los brazos del pecado capital de la gula y rendir tributo al Diónysos de los griegos, al dios Baco de los romanos licenciosos.
      ¡Compadre, no se preocupe. No somos muchos los que guardamos con algún celo el recogimiento en estas fiestas. Pero, a más de alguien lo llamarán a reflexión estas humildes palabras. Animo, compadre. El próximo año pagamos en Yumbel la tercera cuota!

     Antonio Alvarez Bürger
     Periodista




¿Qué Dios es ése
que incita al terror?

     Terrorismos ha habido siempre en el mundo. Y de la ascendencia más granada, en términos de concepto (racista, ideológico, independentista, religioso, etc). Todos basados en supuestos tremendamente equivocados y crueles, teniendo en realidad como referentes ideologías que abominan de la creencia y la moral religiosa.
     Paradojalmente, los enfermos mentales que ejercen esta deleznable práctica de la violencia y la muerte gratuitas se conocen meridianamente y hacen suyos pasajes controvertidos del Antiguo Testamento y del Corán, donde se recrea la antediluviana Ley del Talión (“Ojo por ojo, diente por diente”).
     Gandhi dijo de ella en una ocasión: “Si aplicamos el ojo por ojo, pronto el mundo se quedará ciego”.
     Por cierto, grupos como Al Qaeda -estas verdaderas trasnacionales del terror, que auspician y ordenan crímenes masivos, y que aprueban proyectos de atentados según factibilidad y costos- no son la excepción. Se supone que sus miembros, fundamentalistas todos, profesan el islamismo. No obstante, en el Corán, Dios ordena a los musulmanes promover la paz, la armonía y la fraternidad entre los hombres. El derramamiento de sangre, la guerra y la crueldad son pecados terribles y condenados por el Creador, en este caso, Alá. En verdad, el Islam es una religión de paz y amor, al parecer malentendida, malinterpretada o mañosamente tergiversada por quienes ejercitan el terror y el exterminio de sus semejantes.
     Sentenciará Mahoma, tras promulgar la religión de la espada, que diferentes profetas han sido enviados por Dios para ilustrar sus diferentes atributos: “Moisés, su clemencia y providencia; Salomón, su sabiduría, majestad y gloria; Jesucristo, su rectitud, omnisciencia y poder. Sin embargo, ninguno de estos atributos han sido suficientes para imponer la convicción, y aun los milagros de Jesús y de Moisés han sido tratados con incredulidad. Por esto yo (Mahoma), el último de los profetas, soy enviado por la espada. No entren aquellos que promulgan mi fe en argumentos ni discusión, pero den muerte a todo el que rehúse obediencia a la ley. Quienquiera que luche por la verdadera fe, recibirá gloriosa recompensa”.
     Los pueblos islámicos son monoteístas, es decir, creen en la existencia de un solo Dios, que es Alá, unitario y omnipotente.
     Tras los atentados de Nueva York, España e Inglaterra a manos del grupo terrorista Al Qaeda, supuestamente inspirado en aquella doctrina de la espada, un sacerdote católico manifestaba que se necesita valor para comparar al que murió diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, con el que enseñó lo de guerrear contra los infieles hasta que se sometan y paguen el tributo”.
     Está claro que es el Occidente el que se rehúsa a obedecer la ley mahometana, y que Bin Laden & Cía. han disentido de la esencia del Corán, donde lo que efectivamente Dios ordena a sus hijos es promover la paz, la armonía y la fraternidad mundial.
     
     Antonio Alvarez Bürger


La familia frente a la televisión 
 

Antes, en los barrios 
todos se saludaban..
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¿Ha oído hablar del “imperialismo 
de la imagen” (ergo, televisión), esa que 
cuando suple a la lectura anula los 
conceptos y atrofia nuestra capacidad 
de entendimiento? Había un autor 
(cuyo nombre no recuerdo en este 
momento) que decía que el aparatito 
este ejerce tal influjo en los hogares, 
que hace casi imposible la comunicación 
en el seno de las familias.
     

Hoy por hoy, vaya que embarazoso 
es el problema; cómo inhabilita y 
demuele la inteligencia, provocando 
una adicción que es francamente 
trascendental.
     La mayor parte de las personas
han aprendido un vocabulario de la 
televisión que viene siendo algo así 
como una nueva cultura oral, en la que 
nos encontramos con groserías de 
marca, con agresiones verbales gratuitas, 
con exhibicionismos y voyerismos 
que ofenderían al más desvergonzado. 
El hombre actual, definitivamente, ha 
quedado prisionero de la máquina que él 
mismo inventó.
     Antes, en los barrios y poblaciones
todos se conocían, se saludaban e, 
incluso, muchos se visitaban. 
Ahora campea la despersonalización. 
La gente es indiferente entre sí y sólo se 
esfuerza por gozar de placeres 
particulares. Nadie está dispuesto para 
nadie, sino para lo que le sirva a sus 
intereses.
     De todo hace pasto y se mofa el 
aparatito idiota aquél, despertando los 
mayores y más ocultos apetitos del hombre 
por consumir lo que está a su mano. 
Así, cuando el dinero consigue dominar al 
hombre, las ciudades se transforman en 
un megamercado y sus habitantes en 
consumidores (los más) y en productores 
(los menos).
     A la gente light (esa que le enciende 
cirios a la televisión) no le interesan 
más los héroes y los santos auténticos, 
como en otras culturas; sus modelos son 
los que “triunfan” en la pantalla chica y los 
que han logrado el éxito económico. De este 
modo, el bienestar general se incrementa, 
ora como una conquista a base del legítimo 
esfuerzo, ora como una mera ilusión o 
lejana aspiración, mientras el desarrollo 
espiritual se reduce o, simplemente, se diluye.
     En estos tiempos “globalizados”, donde 
el trabajo pierde su sentido humanizante, 
mucha gente no busca sino el placer. 
El hombre moderno tiene una pronunciada 
tendencia al hedonismo, lo cual es muy 
propio de las épocas decadentes de 
nuestra historia. En tal contexto, de paso, 
la verdad termina siendo relativa. Es decir, 
es válida sólo en relación con el individuo 
que piensa. Existe para quien la pronunció, 
pero puede que el interlocutor tenga otra 
verdad. Cada uno tiene su tabla propia 
de verdades y valores, según la conveniencia 
de cada cual.
     El hombre de esta tierra, de esta tierra 
chilena, admira de todo un poco, teme 
comprometerse y le sigue la corriente hasta 
al que veladamente lo denosta.
     En esta posición de debilidad espiritual 
congénita, es fácil presa de la vulgaridad 
y recurre a ella para educar a los que vienen 
detrás. El hombre actual ha perdido la 
brújula. Desde el punto de vista existencial 
se ha ido vaciando de a poco. Algunos 
estudiosos del tema lo llaman ya 
hombre-masa, porque suele perderse en el 
anonimato; porque ha renunciado 
voluntariamente a la vida autónoma y porque 
siempre se pliega a lo que dicen, piensan, 
hacen u omiten los demás. La televisión le 
hace creer que con la multitud es alguien 
importante.
     La televisión lo hace sentir como el 
hombre de la manada, que no analiza y que 
sólo hace lo que los demás hacen o le piden 
que haga. Es un hombre sin libertad, 
al que le falta la meditación, la lectura 
y el silencio para proyectarse por sí mismo.
     
     Antonio Alvarez Bürger 
    



Leaves in Sun 3

 

LA CESANTÍA, EL DOLAR, LA CACHA DE LA ESPADA Y LA PATA DE LA MESA

     

   El panorama (como dice la Myriam) “huele a peligro”, porque el incremento de la divisa podría empezar o está empezando ya a generar alzas en los precios de los artículos importados (combustibles, artefactos de la línea blanca, café, tarifas eléctricas, pasajes de la locomoción colectiva, té, etcétera).

  Por eso es que, en este cuadro, podemos observar hoy la ocurrencia de circunstancias paradójicas tan inusuales como la que vive Talcahuano, otrora primer puerto militar, industrial y pesquero de Chile, que a su nutrido currículo ha agregado la condición de ciudad con el más alto índice de desempleo en la región. Quién lo iba a pensar.

  La situación –como diría un médico- es enfermante. ¿Será por eso que hay tantas farmacias en la ciudad?

  Es claro que el tema pasa principalmente por la dependencia casi absoluta de nuestra economía de los grandes mercados financieros, comerciales e industriales del mundo desarrollado, los que en este momento tambalean peligrosamente.

  Si los políticos dejaran de lado la “chimuchina”, la soberbia, el ego y, fundamentalmente, el exhibicionismo frente a las cámaras de televisión, para ponerse de acuerdo en un gran plan nacional coherente, bien cohesionado y consensuado con los empresarios y trabajadores, que permita atenuar los efectos de la crisis, a lo mejor otro gallo nos cantaría. El problema es que invariablemente dan vueltas y vueltas sobre lo mismo: que la pata de la mesa, que el ojo de la llave, que la cueva del pirata...

  ¿Qué se viene? El gran debate sobre un eventual proyecto de flexibilización laboral. Como el horno no está para bollos (por esto de la presunta ruptura del equilibrio entre la producción y el consumo, que los especialistas llaman crisis), todo vale. Y, así, las ideas brotarán y brotarán, y veremos entonces nuevamente “agarrados de las mechas” a los honorables, mientras los Moya los observamos en la pantalla de televisión.




¡Sonría: lo estamos grabando!

     

 

 

 

Por supuesto, usted ingresa a un local comercial a comprar y no a robar. Entonces, se pregunta: ¿Para qué ese antojadizo letrerito que me advierte que me están grabando? A menos, por cierto, que se trate de algún reality (como están tan de moda).
     Y mire como son las cosas: más encima le piden que sonría.
     Es una verdad incontestable que los atracos, robos, desvalijamientos o como se los quiera llamar, forman parte de la rutina de esta vida y, por lo mismo, no nos ha quedado más remedio que levantar rejas sobre rejas en torno a nuestras casas, al punto que ya parecen jaulas, mientras “los monos” andan sueltos.
     No obstante, en el tratamiento de materia tan notable es de caballero hacer la salvedad de que es ésta una realidad casi planetaria y no exclusiva (en modo alguno) de esta alongada faja de tierra de la América sureña. Baste señalar que en naciones como Colombia, Brasil o Argentina, los índices de criminalidad son muy superiores a los que ostentamos nosotros.
     De este modo, y por todo lo anterior, lo de aquel rótulo que nos invita a reír sin un chiste o una talla de por medio, tiene una explicación atendible, porque más vale prevenir que curar. Otro cuento es que el delincuente no sepa leer y se salte el letrerito.
     Sería harta la mala suerte, ¿no? Ahora, lo más terrible de todo esto es que, como decía alguien por ahí, el mundo está transpirando violencia por todos los poros, y no queda otra que entrar a invertir una buena parte de nuestros ingresos en seguridad, tal como lo hacemos con la educación, la salud, el vestuario y la alimentación familiar.
     Desde ese punto de vista, es obvio que va a ser difícil, entonces, sonreírle a la camarita aquella, aunque tengamos ganas de hacerle reverencias por ayudarnos a sentir.
     Los que no tendrían que sonreír, de frentón, son, por supuesto, los delincuentes, que abominan de todos estos avances tecnológicos utilizados para cazarlos; pero ellos, como si nada, continúan impasibles haciéndoles guiños y muecas a los sistemas de videovigilancia.
     ¿Será porque luego de ser detenidos quedan libres con tanta facilidad? ¿Será acaso porque las penas que reciben por los delitos cometidos son tan ligeras, que les hace gracia repetirse el plato cada vez que se les presenta una nueva ocasión de delinquir? Para averiguarlo, a lo mejor sería interesante que algún canal de televisión los contratara para un reality, el cual podría desarrollarse en la propia celda donde se hallan expiando sus crímenes. En una de esas se van de lengua, y sabemos a ciencia cierta si son realmente necesarias esas cámaras de video que nos sugieren sonreír ante la desgracia de vernos permanentemente amenazados por ellos.
     Creo que no es una idea peregrina. De lo contrario, va a llegar un momento en que tengamos que andar todos por la vida con una camarita en la solapa y una leyenda en el pecho que diga: ¡sonría, lo estamos grabando! A ver si, de esta manera, logramos capturar al menos la imagen del que nos ha asaltado.
     
     Antonio Alvarez Bürger



Cómo hacer "cola" y no morir en el intento

      Cómo nos encantan las "colas" (para los intransigentes del idioma, filas) y cuánto las añoramos en el período de vacaciones. Creo que están tan arraigadas en las tradiciones urbanas, que ya no sabemos si son o no parte de nuestra propia idiosincracia.
      Basta mirar en sitios tan diversos como los bancos, supermercados, locales de expendio de comida rápida, hospitales, colegios en días de matrícula, cajeros automáticos, paradas de autobuses, servicios públicos, centros de pago, etcétera, para convencernos de que somos devotos (como nadie) de estas cotidianas procesiones paganas, ya que la paciencia es una virtud que no adquirimos sino que venía con nosotros en el pico de la cigüeña.
      Las "colas" nos roban gran parte de nuestro tiempo y, definitivamente, no podemos vivir sin ellas. Cuando son extremadamente largas, resultan insufribles; pero, ¿cómo minimizamos su perniciosa futilidad cuando logramos llegar a la ventanilla para recibir algún escaso dinero (que siempre será bienvenido)? Algunos -y esto hay que admitirlo- aprovechan las "colas" para los más variados menesteres: cultivar nuevas amistades, tejer, bordar, escribir, darle duro al "celular" o leerse una novela rosa, porque el tiempo perdido da hasta para rezarse un rosario de penitencia. El problema insoluble se presenta cuando, estando ya relativamente cercanos al cajero, se nos vienen esas ganas irrefrenables de acudir al baño. En tal caso, todo nuevo, aunque la culpa no sea enteramente nuestra, sino que de una sola parte de nuestra anatomía.
      En alguna ocasión (digo yo) se irá a celebrar en Chile el "Día Nacional de la Cola". Propongo que ese día se declare feriado, y que en su honor se estimulen y desarrollen actividades culturales, artísticas y deportivas. A lo mejor algún restorán se entusiasma e inventa el trago de la cola. Puede que, incluso, un grupo musical le dedique también alguna canción alusiva.
      Sé que en prácticamente todos los países la gente debe hacer "colas", pero las nuestras son mejores, son más singulares. Aquí, nosotros, por ejemplo, cuando estamos por depositar nuestra pesada carga de productos frente a la caja del supermercado, cansados, sudorosos, pidiendo "aguita" tras el largo recorrido por el interior de aquel, la depediente nos pone en las narices (con un huichichío que adivinamos en su rostro) un sugestivo letrerito que dice "cerrado" y, acto seguido, con una sospechosa e indigna sonrisa, nos incita a pasar a la otra caja.
      Habría querido seguir escribiendo sobre este excitante y hundido tema, que por cierto nos atañe a todos, en mayor o menor medida; sin embargo, me toca el turno. Ya estoy frente a la ventanilla del banco. "Me "mamé" media hora en una alongada fila india, y los indios que me siguen están todos a estas alturas en pie de guerra. De aquí me tengo que ir a hacer "cola" a otros lugares para pagar la luz, el agua, el gas y el teléfono. Si me queda tiempo alcanzo a cancelar el dividendo de la casa y, de paso (porque afortunadamente está en un edificio contiguo), me voy a comprar unas aspirinas a la farmacia, porque esto de hacer "cola" y de pensar en las que se me vienen, ma ha producido un grandísimo dolor de cabeza.
      Digamos todos, a una sola voz: ¡Cómo me gusta hacer "cola!
     Antonio Alvarez Bürger



 

Para escribir sobre la
cueca hay que bailarla

      A lo mejor veo las cosas con ojos de provinciano -yo soy esencialmente un provinciano- pero, por lo mismo, no me puedo sacudir con tanta facilidad de esa sana ironía (llámela usted sarcasmo, si así lo desea) que llevamos tan intrínsecamente adentro los que vivimos en la periferia de Santiago, capital de Chile y ...de tanto escándalo.
      A poco andar, el transeúnte de mi urbe observa cómo cuelgan de cada quiosco las revistas y diarios que nos envían desde la "Gran Ciudad" donde se ventilan públicamente -todos los santos días-, sin el menor pudor, "los trapitos" que tienden al sol los "famosos" de la TV, del mundo político, de la farándula, del deporte y, en general, de ese "jet set" de mala muerte, que supuestamente existe también acá, al estilo hollywoodense.
      Ahora, es cierto que tal relajamiento moral y frivolidad en el tratamiento de la "noticia" no es sólo pan de hoy, sino que viene de siempre, aunque ahora se haya agudizado.
      En este país, paulatinamente se ha caído en una decadencia moral tremenda. No hay respeto por la privacidad de las personas; todo el mundo anda metido en los gimnasios y en las consultas de cirugía estética para "ser otro" y tener fama y dinero; se hace mofa de las tragedias personales y familiares, utilizando cámaras de televisión ocultas para denigrar y, de paso, subir el rating; otros, para protestar por cualquier sandez, lo primero que hacen es empelotarse en la calle, desvirtuando las motivaciones artísticas de aquel evento precursor. ¡Qué espectáculo más triste!
      Para peor, son justamente esos los temas que cotidianamente están en boca de casi todo el mundo. Lo demás, lo más importante, se toca tangencialmente, sólo se roza. Claro que cuando hay que profundizar, con un desparpajo digno de mejor causa, simplemente se hace, aunque se carezca de argumentos o de conocimientos sobre la materia. Como buenos chilenos, opinamos con absoluta propiedad sobre lo que nos venga, porque no está en nuestra naturaleza "achicarnos" ante nada ni ante nadie. Más aún, adornamos nuestras disquisiciones con una buena dosis de mitomanía. Total, ¿quién va a andar averiguando si la fecha, el lugar o el cuento que relato es cierto o no? Lo importante es que nos sirva para salir del paso, para demostrar al otro que sí estamos muy bien informados y que (Dios nos libre) no somos ningunos ignorantes. Por eso es que es mejor hablar sobre lo trivial. ¡Pobres hijos nuestros! El mundo que están heredando.
      Para escribir sobre la cueca, hay que bailarla. Nadie debiera permitirse decir por decir, y menos ser un cómplice de lo pueril. Lamentablemente la televisión -esa caja que cada vez está más idiota- se las ha arreglado para que la parafernalia y el circo, donde lo que más abunda son los payasos, esté replicándose en algunos diarios que, para sobrevivir, sacrifican su sagrada misión de informar sobre lo que es realmente importante para sus potenciales lectores.
      A propósito, ¿sabía usted que en la primavera esos feos gusanos que se arrastran por el suelo se transforman en hermosas mariposas? Hoy, todos quieren ser mariposas: quieren volar alto, escalar por los aires, figurar, mostrarse. Sólo que el lepidóptero a que aludo no tiene esas pretensiones, y se conforma con lo que Dios le ha regalado. No crean ustedes que seré el último en escribir sobre la futilidad de escribir.
     
     Antonio Alvarez Bürger
     


 

¿En qué quedamos:
corremos o hacemos footing?

      Es difícil señalar hoy el momento en que los chilenos nos pusimos tan pedantes, torpes y siúticos en el hablar, sirviéndonos abusivamente de los extranjerismos y barbarismos que están destruyendo irremediablemente nuestro léxico.
      Un día cualquiera, en la televisión, los maricas ya no fueron tales sino que pasaron a llamarse gays, mientras las mujeres dejaban de usar medias para ponerse panties y los hombres nos sacábamos los calzoncillos porque seguramente los slips eran otra cosa. Vaya a saber uno por qué tanto injustificado engreimiento.
      Este país no es ya el mismo. Antes se hacía gimnasia; ahora se practica aeróbic. Antes nos sentábamos frente al televisor y lo entendíamos todo. Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie que se precie de moderno puede darse el lujo de no conocer una que otra palabrita en inglés para demostrar que está "in" y no "out", como dice por ahí un (a) "famoso" (a) de la pantalla chica.
      No es lo mismo decir vestíbulo que hall, y ya no corremos sino que hacemos footing. Dejamos de hacer comentarios sobre las modelos, porque ahora ellas son top model, que para mantener la figura se privan de los cocteles, donde no toman whisky ni ingieren roast-beef sino que se limitan a consumir una bebida diet o, simplemente, un yogurt light.
      El chino Ríos no alcanzó hace algunos años el liderato en el torneo de los mejores tenistas del mundo, sino que fue el top ten del mismo. Hasta hace un tiempo hablábamos del mercado; ahora es el marketing. Si hasta las niñeras están obsoletas. Se las conoce en este momento como nurses.
      No hay salud. En la TV se presentan los magazines (revistas), que ciertamente dan una imagen de mayor distinción, aunque los conductores sean de lo más "juleros". Si se contorsionan mucho en el escenario y dicen cualquier cantidad de "cabezas de pescado", entonces la representación es un show y ellos son showman.
      En toda esta ensaladera de voces inglesas, la del ranking no puede estar ausente, ya que todo el mundo del espectáculo, la farándula, la parafernalia, mide sus éxitos o fracasos con la vara del aplauso y la zalamería. Así están las cosas. Culturizar no da dividendos; sí la entretención de la calidad que sea.
      La verdad es que hemos adoptado términos que ni siquiera nos hacían falta. Pero parece que no nos conformamos con nuestra condición de nación subdesarrollada. (Claro, porque el desarrollo se logra primero con la cultura y ésta anda a mal traer).
      Si ni siquiera pronunciamos bien el inglés. Nos parecemos a esos charros mexicanos que se ven en las películas del antiguo oeste norteamericano, tratando de hilvanar bien (pero en vano) algunas frases del idioma gringo.
      La penetración de extranjerismo en el léxico común es la responsabilidad de muchos medios de comunicación masiva. La televisión lleva la voz cantante.
      Córtenla con aquello de que somos los ingleses de América ¿De dónde sacaron eso? ¿Por qué a los puestos de exhibición y ventas no dejan de llamarlos stands? Si los representantes de los artistas no son más que eso, ¿para qué decirles managers?
      A propósito de todo esto, para la Navidad recibí varios regalitos que me vinieron "de perilla". Me llegó una after shave, un blue jean (curiosamente de color verde), una botellita de licor irish cream bailey`s y los infaltables slips (de esos de tres en mil quinientos). Of course.
     
     Antonio Alvarez Bürger

 

PLATÓN, LA ESCLAVITUD E INTERNET

¿Sabe usted qué es la archivística? Como el nombre lo indica es, en concreto, la ciencia de los archivos. Un gran cultor de aquella fue Edwards Bello, que llegó a tener uno del tamaño de una sala completa de su casa.
¿Y qué me dice de internet, hoy el mayor reservorio de datos virtuales archivados en el mundo? ¿Concibe acaso a un ser humano sin la posibilidad de acceder a este tan benéfico instrumento de la tecnología moderna? ¿Lo ve en el mañana como un individuo viable para la cultura, lo social, la educación, la política o la economía, si sufre la insuficiencia de la información necesaria, debidamente recopilada o compendiada para su uso?
Fíjese que la densa y extensa superficie terrícola (léase, la Tierra) estará en unos lustros más- poblada por seres provistos de vastísimos conocimientos específicos y globales (a estos los llamarán los hijos de la internet), que los situarán por sobre otra gran masa de hombres que sólo habitarán el globo terráqueo para comer y vivir. O viceversa. (Estos serán los ignorantistas, porque no sólo carecerán de instrucción sino que además fomentarán la inopia cultural, haciendo más daño aún).
Es verdad que hoy mismo existen especímenes humanos de las dos categorías: talentosos y mediocres. No obstante ello, en el porvenir devendrán diferencias tan mayores todavía entre unos y otros que, a no mediar un cambio en la mentalidad de quienes tienen hoy responsabilidades en los destinos del mundo, se producirá una regresión gigantesca que hará a estos últimos verdaderos esclavos de los primeros.
La archivística es lo que se está practicando actualmente en internet, esta extraordinaria red informativa que nos permite hoy no andar con tanto libro o documento bajo el brazo, sino que oprimir exclusivamente un botón o una tecla para abrir ante nuestros ojos todo un horizonte de conocimientos sobre textos, imágenes, referencias, conceptos, volúmenes e ideas acerca de las más diversas disciplinas cultivadas por el hombre.
Platón decía que ya que los filósofos no podían ser gobernantes, al menos los gobernantes deberían ser filósofos. En otras palabras, planteaba la necesidad de que los responsables del destino de sus pueblos actuaran con la sabiduría que habían adquirido en sus vidas. Él veía con claridad la existencia de ciudadanos de primera y segunda categorías y, seguramente, avizoraba una no lejana esclavitud de los incultos a manos de los doctos. Esclavitud, en el entendido de una lógica primacía de los que más saben sobre los que saben menos.
Lo que señalaba era -en definitiva- que la cultura, la ciencia, el conocimiento, la instrucción, han sido siempre el sostén del mundo; y que quien o quienes carecen de la propiedad de aquellos, serán por ende unos marginales en la sociedad del porvenir.
Me pregunto: Si Platón, Aristóteles, Freud o Descartes hubieren manejado en sus tiempos la internet, ¿no habrían tenido acaso mejores y más completos elementos de juicio para elaborar sus respectivas teorías o pensamientos? Posiblemente hubiera sido así.
De cualquier modo, lo que nos pudiera sorprender hoy como que la incapacidad, la incultura o la mediocridad reinen en muchos lugares-, mañana ya no existirá. Estarán sólo los sobrevivientes: aquellos que cultivaron la archivística, y que se plegaron a la fila de los ávidos de conocimientos científicos, literarios o artísticos. Los otros tendrán que volver a empezar para no sufrir el esclavismo, dependiendo de los mejor dotados de inteligencia.
En los libros celosamente guardados en nuestros anaqueles y, ahora, muy especialmente en la internet, encontramos algunas llaves con qué abrir la puerta a la razón natural, al entendimiento, a la sabiduría sobre los misterios del hombre y de la vida. Allí está casi todo. Sólo hay que tener la voluntad de sobrevivir, en un mundo que se esfuerza por hundirnos en las aguas de lo banal.

 

Guerra a los zancudos

 

     Como si nos sobraran los glóbulos rojos, de un tiempo a esta parte se han aparecido por aquí y por allá enormes zancudos que no cejan en la obstinada idea de extraernos sangre de las partes más desnudas del cuerpo.
      Sabemos que proceden de sectores bien específicos de Talcahuano, como Lenga y Rocuant, y de las márgenes del río Bío Bío, y que es preferentemente al caer la noche cuando -en verdadera procesión- peregrinan hacia las zonas urbanas en nuestra búsqueda, hasta encontrarnos.
      Por cierto, los molestos insectos que no han desayunado tienen un vuelo más ligero y, por ende, son los más difíciles de cazar. Entonces, nosotros -ya expertos en las técnicas del exterminio- los aguardamos con un vasito colmado de sangre de pescado, ave o vacuno, para que beban allí hasta saciarse y, entonces, recién entonces, les damos "el bajo" con lo que tengamos a mano, en castigo por su gula.
      Claro, las prácticas del periódico enrollado o del zapatazo como que no surten ya el mismo efecto, aunque esta vez tengamos al frente a "chupasangres" de mayor peso y menor movilidad. Esto porque, como el delincuente, el zancudo también se ha especializado en nuevas y sofisticadas técnicas de ataque, evasión o escape.
      Desde el último asalto de los ratones de cola larga que no veíamos en la zona una ofensiva de bichos tan cargantes, y ello nos ha obligado a clamar por ayuda para que se adopten las medidas del caso. Antes, cuando estos atacaban, lo hacían en grupos de dos o tres. Ahora arremeten de ocho o diez en fondo, embistiendo generalmente por los flancos, clavando los aguijones en forma simultánea y sorpresiva, y creando, de esta manera, confusión en nuestras líneas (principalmente brazos, rostro, piernas, cuello, espalda, etcétera).
      Así las cosas, no hay más alternativa que iniciar la batalla final portando el estandarte de la "fumigación"-, y atacar y atacar hasta que los malditos moscos toquen a retirada.
      Han de saber ustedes, los que no viven en el vecino puerto o en las cercanías de algún río, humedal o pantano, que no es nada de agradable pasarse la noche entera rascándose, sin poder dormir, con un bicho que les zumba constantemente en la oreja y que, con la panza ahíta de sangre, los amenaza con que (al menor descuido) les puede inyectar más de algún virus.
      Es verdad que el maldito insecto puede caer con un solo aplauso, pero ¿para qué ensuciarse las manos con sangre por tan vil causa? Además que, después de todo, nuestros zancudos no son tan, tan despreciables. Los que sí son "taxis", por ejemplo, de virus letales como la fiebre amarilla, la malaria o el dengue, son los parientes que éstos poseen en Brasil, Costa Rica, Honduras u otras naciones de climas más cálidos que el nuestro. Allí sí que el asunto es grave. Al menos nuestras condiciones ambientales no permiten la reproducción de los zancudos que propagan tan agudos males.
      En consecuencia, ¿para qué tanta bulla, si los nuestros, nuestros estimados y bien ponderados zancudos -aparte de causarnos uno que otro escozor- son bastante más considerados que sus consanguíneos brasileños, colombianos o de la América Central? Otro gallo nos cantaría si estos "chupacabras" se dedicaran a la importación del dengue y otros males. Ahí sí que esta cuestión sería terrible.
     
Antonio Alvarez Bürger
   




"El ignorante afirma; 
el sabio duda y reflexiona..."

                          Aristóteles


ANTONIO ÁLVAREZ BÜRGER
 
Sólo por el honor
dejar clavado un lucero
en el corazón de los hombres.
Exprimir las nubes suspendidas,
guardarlas en un cofrecillo
a veces
Ser océano de peces risueños
montaña de oro fino,
vendaval,
no importa,
tenue brisa.
Sólo por el honor, ser
Sólo por el honor abonar
la tierra
con semilla de versos.
 
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